Caravana de la libertad: cargar contra el peligro

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La Caravana de la Libertad aún reúne para la historia un sinnúmero de simbolismos. Para la emoción intensa de los cubanos de cualquier tiempo posible, trascienden el amanecer de un nuevo año, la ciudad heroica de donde partió y el Comandante invicto que la dirigió.

Aquella operación estratégica aconteció a la manera de todo proceso de la identidad de un pueblo: transitar justamente por el centro de lo cubano, como el son de la mano de familias centenarias, despertando cada esencia patriótica, haciendo trascender la obra plural de honda pertenencia colectiva.

En el ensayo de tema histórico-social tiene un sitio la Caravana de la Libertad, que salió la mañana del 2 de enero de 1959 de Santiago de Cuba. La historiadora y profesora universitaria cubana, Francisca Ramos Fraga, es la autora de un trabajo acucioso sobre el tema. Otros autores, por supuesto, concurren necesariamente en esa página definitoria de la historia del país.

No era un simple desfile de los vencedores en sus carros de triunfo. Como se sabe, de acuerdo con el dictador Fulgencio Batista, un grupo de militares articuló un golpe de Estado en la capital para abortar el triunfo revolucionario. La Caravana de la Libertad no fue un hecho espontáneo. Resultó una concepción bien pensada, de agrupar tropas rebeldes capaces de contrarrestar cualquier acción enemiga.

Caravana de la libertad
Caravana de la libertad

Algunos caravanistas coinciden en que solo hubo una pequeña maniobra para atrapar a unos masferreristas, que según fuentes rebeldes, se apostaron en una azotea en Camagüey. El resto de la historia –se conoce—fue la vibración de millones al paso de los libertadores.

En su libro La paz en Colombia, el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz señalaba dos puntos claves para el éxito de una guerrilla: tener siempre la iniciativa en las operaciones, y no someter a los prisioneros por tiempo indefinido a las duras condiciones del cautiverio en el monte. Para la Caravana de la Libertad, el líder de la Revolución invitó a dos mil soldados del viejo ejército con sus armas (artillería y tanques Sherman, que los rebeldes no sabían manejar), que también lo acompañaron en su trayecto hacia la capital, donde aún todo era brumoso, en plena huelga revolucionaria. Esto confirma el trato humano al prisionero, con quien se compartió la comida, el abrigo y las medicinas.

La gesta triunfante en enero de 1959 democratizó la dinámica sociocultural de Cuba, sobre todo en el orden de la participación. Con el apoyo del pueblo se preparó la logística de la Caravana de la Libertad. Ante la apoteosis de la alegría jamás vista, desde el balcón del Ayuntamiento de la ciudad heroica, Fidel dijo: “Al fin hemos llegado a Santiago. Duro y largo ha sido el camino, pero hemos llegado”.

De aquellos días de enorme efervescencia fue la profecía, para muchos extraña entonces, de que todo en lo adelante sería más difícil. La Caravana de la Libertad sigue siendo fórmula y experiencia: cargar decididamente contra el peligro. Y para esa empresa, los cubanos tienen el intenso simbolismo del Comandante invicto y eterno, hecho siembra en Santiago, siempre alertando a su pueblo en la prueba grande que la historia le impuso.

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