10 de octubre de 1868, grito de rebeldía

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Carlos-Manuel-de-Céspedes-foto-cadena-agramonte
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El recuerdo concurre inevitablemente en el 10 de octubre de 1868. Fue la jornada del histórico Manifiesto en el ingenio Demajagua. En los libros, en los archivos, y para suerte de millones, perdura la gloria vivida. Así se sabe que el día anterior ya hubo combate en Vicana, que Pedro María de Céspedes (hermano de Carlos Manuel,  fusilado años más tarde) dirigió la partida cubana. Pero la resonancia del Grito de Independencia vendría el día después, el 11 de octubre de 1868 en Yara.

La doctora Hortensia Pichardo vibraba en el relato, como si fuera testigo de los sucesos. Céspedes le comunica al jefe pedáneo en la comarca que atacaría a Yara. El hombre le responde que solamente cuenta con cuatro o cinco números para defenderla. Confiados, los insurrectos llegan al lugar, dando vivas a Cuba Libre. Los recibe una cerrada descarga de fusilería. Allí muere el primer cubano, Fernando Guardia Céspedes.

El bando hispano también reporta un muerto en sus filas, un soldado de apellido Aguilera. Ante la sorpresa, las huestes cubanas se dispersan. Alguien dice que todo está perdido. La doctora Pichardo repetía una y otra vez que Céspedes (según ella un hombre no tan alto de estatura) se irguió en los estribos de su caballo, y dijo la frase inmortal: “Aún quedamos doce hombres. ¡Bastan para hacer la independencia de Cuba!”

La repercusión de ese choque la tarde-noche del 11 de octubre de 1868 fue enorme. Está en los mensajes al Capitán General Lersundi. En Yara se prendió la chispa de aquel incendio de portento, que ni siquiera el Pacto del Zanjón logró apagar. La costumbre fijó como Grito de Yara el Manifiesto del 10 de octubre de 1868, pero eso es una inexactitud histórica. Es como si se reunieran en uno solo dos hechos ocurridos en días diferentes.

Claro que pesa la tradición: en Yara fue quemado vivo el cacique Hatuey el dos de febrero de 1512. Por allí –sostienen algunos—estuvo el enclave original de la villa de San Salvador de Bayamo. En la memoria colectiva aún vive la leyenda de la Luz de Yara. Todavía se le canta en versos y en himnos: “Desde Yara hasta la Sierra, camino de lucha impar…”

Volver a la página del 11 de octubre de 1868 confirma la continuidad de la gloriosa gesta de los cubanos. La acción en Yara el día después del grito en el ingenio Demajagua, anunció desde el combate el parto de un pueblo nuevo.

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